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miércoles, 25 de julio de 2012

De los subtituladores


Tras una cansadora pero enriquecedora jornada como intérprete, con todos los desafíos que esto conlleva (como el hecho de que un orador se ponga a hablar en portugués y no en español, porque, total, le queda más fácil) encontré, como quien no quiere la cosa - o, mejor dicho, como quien no quiere ponerse a trabajar - varias citas interesantes sobre la interpretación y la traducción:


De los interpretes: 


De los traductores:



Mi intención era simplemente compartir las citas y cerrar la nota comentando que esperaba seguir encontrando frases similares que describieran nuestro trabajo de una forma tan poética (como la primera) o tan precisa (como la segunda). Sin embargo, no pude evitar darme cuenta de que casi nadie dice nada (al menos en Internet) de los subtituladores o traductores audiovisuales, aquellos que trabajamos no solo con la oralidad y la escritura, sino también con imágenes, gestos y videos.


Somos aquellos que sacamos el hacha para intentar que un chiste sagaz, un insulto extraordinariamente ordinario (que valga la paronomasia) o una idea rimbombante se ajuste a los crueles 38 caracteres que una agencia nos impone (o incluso a 30, si la crueldad es aún mayor).


Somos aquellos que queremos que la idea se entienda lo mejor posible y listo (como los intérpretes); pero que también debemos ser puntillosos con respecto a los signos de puntuación, las mayúsculas y otras cuestiones estilísticas (como los traductores).


Somos aquellos que no podemos ver la televisión sin pensar en nuestro trabajo, ya que no podemos evitar analizar los subtítulos ajenos, ver un programa en nuestra lengua materna nos aburre y el doblado nos horroriza.


Somos aquellos a quienes se nos fruncen las sienes al ver cosas como:


"Fue asesinado en su
propia casa."


(¡¿¡¿Cómo va a cortar el sintagma así?!?!) 



Y a quienes se nos pone la piel de gallina cuando otro subtitulador logró traducir un chiste a la prefección, creando un nuevo juego de palabras en la lengua de destino. Es entonces cuando saltamos del sillón como un resorte, empezamos a aplaudir y abrazamos la televisión con lágrimas en los ojos; deseando que esa toma quede congelada en la pantalla de por vida, como una especie de trofeo ajeno que hacemos propio.


Es entonces cuando nos damos cuenta de que algo no debe andar muy bien, pero bueno... qué le vamos a hacer, somos una especie de híbrido entre el traductor y el intérprete. Es lo que hay.



 

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