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sábado, 30 de octubre de 2010

Homonimia y polisemia


                Son campos en los cuales la semántica ofrece grandes peligros; en efecto, constituyen escollos para la T.A. en los cuales la máquina naufraga irreversiblemente.
                García Yebra entiende “por polisemia, en sentido lato, la capacidad de un significante para expresar dos o más significados”, nótese que esta definición abarca tanto a la polisemia propiamente dicha, como a la homonimia. Además, sostiene que “obedece a la ley de la economía lingüística”, y que “ se da probablemente en todas las lenguas”, por lo cual “Ullmann la incluye entre los universales lingüísticos”.
               
*   Polisemia: “en sentido estricto suele hablarse de polisemia cuando los distintos significados producidos a partir de uno solo conservan afinidad perceptible”, generalmente por surgir a partir de un juego de metáforas.

*   Homonimia: “cuando la convergencia fonética de dos significantes los unifica sin alterar los significados, suele hablarse de homonimia”. Son unidades morfológicas iguales, pero semánticamente distintas por provenir de étimos diferentes que obligan a aclarar la significación apelando al contexto.

*   Homofonía: “cuando dos o más palabras diferentes puede ser idénticas en sonido”. Estas le causarían problemas, no al traductor, sino al intérprete.

                A pesar de esta diferenciación, es acertada la observación de García Yebra según la cual “los conceptos de polisemia y homonimia son subjetivos. En voler “volar” y voler “hurtar”, el hablante común francés ve dos significados distintos con el mismo significante (homonimia); el lingüista conoce la bifurcación del significado y sigue viendo el origen común de ambas ramas (polisemia)”. Por lo tanto, “si el criterio para distinguir entre los dos conceptos es la conciencia lingüística de los hablantes, no solo resultará que para uno puede ser polisemia lo que para otro es homonimia, sino que un mismo hablante podrá ver ahora homonimia donde más tarde verá polisemia, o al a inversa; bastará que cambie su condición de hablante común por la de lingüista.
                “La distinción estricta entre polisemia y homonimia, útil para la descripción lingüística y para el trabajo lexicográfico, es irrelevante para la traducción. Lo decisivo para el traductor es que un significante de la LO (lengua original) tenga diversos significados que no puedan expresarse en la LT (l. terminal o l. de la traducción) por un solo significante”. “En cualquier caso, el traductor tiene que (y le basta con) elegir en la LT el significante adecuado para reproducir el significado del significante de la LO en un texto concreto”.

Polisemia y ambigüedad. “La polisemia puede producir en los textos ambigüedad e incluso plurisignificación. En sentido estricto, llamaríamos ambigüedad a la posibilidad de que un texto o parte de un texto pueda interpretarse de dos maneras distintas; si las posibilidades de interpretación son más de dos, hablaríamos (por no existir el término “pluriguedad”) de plurisignificación. En sentido más amplio, llamamos a continuación ambigüedad tanto a la ambigüedad estricta como a la plurisignificación”. “La ambigüedad puede ser léxica, morfológica y sintáctica”:

Ambigüedad léxica: “causada por la posibilidad de atribuir diferentes significados a una misma palabra”.
Ambigüedad morfológica: causada por la posibilidad de atribuir diferentes significados a un mismo morfema, como ocurre con el adjetivo verbal –tos en griego.
Ambigüedad sintáctica: “causada por la oscuridad en el orden de los elementos de la frase”. Entre los latinos, Quintiliano subdivide ésta en dos especies:
a)    Una propia del discurso oral: puede nacer “de la ordenación desmañada de las palabras que se suceden inmediatamente en el discurso oral”: in culto loco “en tierra cultivada”, inculto loco “en tierra sin cultivar”.[1]
b)    Una que puede darse en el discurso oral y en el escrito: puede nacer “de la inadecuada ordenación de las palabras en el conjunto de la frase”.

                “Los problemas que la ambigüedad puede plantear (…) pueden presentarse en las dos fases del proceso de la traducción: en la comprensión del TLO y en la constitución del TLT. Y en cada fase pueden plantearse en los tres planos: léxico, morfológico y sintáctico.
                En la fase de comprensión del TLO, la polisemia produce con relativa frecuencia ambigüedades léxicas. Si el traductor no las detecta – como ocurre, según Piquette, en el 50% de los casos-, puede elegir una interpretación que a él le parece evidente pero que no responde a la intención del autor. A veces, sin embargo, puede darse cuenta de la ambigüedad de una palabra en un enunciado concreto, y vacilar al tener que decidirse por una de las interpretaciones posibles”. La ambigüedad léxica se da incluso en la terminología científica, de hecho “aun cuando los términos y conceptos de una ciencia esté precisamente definidos – comenta Ullmann-, cada tratadista tiene derecho a redefinirlos como juzgue conveniente. De este modo, incluso términos técnicos tan recientes como psicoanálisis, existencialismo, estilística, estructuralismo o fonema, han desarrollado cierto número de sentidos solo parcialmente coincidentes”.
                “Aunque menos frecuentes, causan también dificultad en la comprensión de un texto las ambigüedades producidas por la polisemia morfológica”. Así, Mario Wandruszka cita el siguiente ejemplo: “Same cook I suppose, Maxim?” “También el número puede causar ambigüedades de solución difícil, a veces imposible”, como sucede con el título de la obra de Henri de Montherlant, Fils de personne, que puede traducirse tanto por “Hijo de Nadie” como por “Hijos de Nadie”. “Fuente de muchas ambigüedades pueden ser los pronombres personales fr. Vous, ing. you, al. Sie, por la indistinción numérica de todos ellos”.
                “Los textos sintácticamente ambiguos abundan más que los de ambigüedad morfológica”; por ejemplo, en “Aio, te, Aeacida, Romanos vincere posse” “los acusativos pueden ser sujeto o complemente directo del infinitivo; puede haber, pues, dos interpretaciones: “Te aseguro, Eácida, que puedes vencer a los romanos” / “…que los romanos pueden vencerte”.

                “Veamos ahora cuál es la actitud que se debe adoptar, frente a la ambigüedad, en la fase llamada expresión, es decir, al construir en la LT el texto equivalente. El traductor puede tomar ante una ambigüedad percibida en el TLO la decisión de eliminarla o conservara”. Sin embargo, “antes de decidirse a conservar o eliminar la ambigüedad, el traductor debe considerar:
a)    si el autor ha querido o no expresarse ambiguamente, es decir, si se trata de una ambigüedad voluntaria o involuntaria;
b)    si, a pesar de ser involuntaria o probablemente involuntaria, la ambigüedad resulta enriquecedora del mensaje.
c)    si se trata de una ambigüedad claramente involuntaria y que más bien perturba el mensaje.

                “Si el autor ha querido expresarse con ambigüedad, es claro que el traductor debe intentar conservarla”. “Si la ambigüedad, aunque involuntaria o probablemente involuntaria, enriquece el mensaje, el traductor debe igualmente hacer lo posible para mantenerla”. “Si la ambigüedad solo sirve para entorpecer la comunicación”, si bien los teóricos rigoristas exigen la conservación de la ambigüedad, “hoy aceptaríamos posturas menos extremas, que autoricen al traductor a reproducir el pensamiento cierto del autor eliminando la ambigüedad”.
                “Pero ¿tiene siempre el traductor la posibilidad de conservar la ambigüedad del original, o suprimirla, si le parece oportuno? En primer lugar, hay ambigüedades intencionadas, tanto léxicas como morfológicas o sintácticas, irreproducibles en la LT. El autor juega con la polisemia de la LO, actualizando simultáneamente en el texto dos (o más) significados de un solo significante. Para que el traductor pudiera reproducir el juego, tendría que disponer en su lengua de un significante cuya polisemia abarcase los significados actualizados por el significante ambiguo del original. Pero esta coincidencia es poco frecuente”.

                La ambigüedad ficticia: cuando “el autor ofrece al lector un significante con dos significados posibles, pero dejándole ver enseguida cuál es el que se actualiza en el texto. (…) Véase, por ejemplo, el juego de  palabras, un tanto macabro, que Shakespeare pone en boca de Mercuito, mortalmente herido: Ask for me tomorrow, and you shall find me a grave man. La aparente ambigüedad se basa en la homonimia del adj. grave “grave”, “solemne”, y el sust. grave “tumba”. Pero el lector comprende al punto que el significado realmente actualizado es el de “tumba”: “hombre de tumba”, “hombre muerto”, mientras que el otro: “hombre grave”, “hombre solemne”, es meramente aludido.
                La ambigüedad ficticia puede plantear en la traducción los mismos problemas que la auténtica. A veces se conserva con relativa facilidad, recurriendo, casi siempre, a algún tipo de desplazamiento semántico”. Por ejemplo, el caso anterior podría traducirse al español por Preguntad por mí mañana, y me hallaréis hombre tieso, “jugando con dos significados de tieso: “riguroso”, “inflexible”, y “yerto”, “rígido por el frío de la muerte”. Otras veces el juego verbal puede resultar intraducible”. Cuando el traductor no puede conservar la ambigüedad expresamente buscada por el autor, los recursos restantes son la adaptación, si su lengua se lo permite, o la nota explicativa. Por ejemplo, en “No he tenido peor rato que tuve en ver sus gatillos andar tras los dientes ajenos, como si fueran ratones” (de Quevedo), si bien “gatillo” en fr. Davier y en al.  Zahnzange no parecen sugerir adaptaciones plausibles, “el ing. pelican y el it. cane sugieren imágenes fácilmente adaptables: el pelícano que pesca vorazmente pececillos para llenar su bolsa, el perro que entra furioso en la cueva y arrastra afuera a la alimaña.


[1] “hacela tuya” “hacé la tuya”,  “hacela tú, ya”

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